viernes, 3 de febrero de 2017

jueves de nieves y lluvias

esa lluvia



Se despertó como si no hubiera dormido. Fue hasta el espejo y se miró como en el último tiempo, con enojo y sin piedad. Ahí estaban ellos otra vez, los de la mirada desolada. Y aquellos surcos que le fue poniendo la tristeza a los lados de su boca. Su pobre boca con tanto y tanto tiempo sin esos besos con cosquillas en el centro de la espalda, tan distantes de la soledad. Volvía, eso sí, a reencontrarse poco a poco con su cuerpo. Se quedó parada ante sí misma, en suspenso. Y envolviéndola, su alma; su alma loca amotinada en la barricada de la juventud que se negaba a abandonar.
Esta mañana estaba asustada, además. Aunque la cita era para el anochecer, toda aquella osadía con la que había provocado aquel encuentro, había desaparecido. Miró por la ventana un cielo gris de verano, de ésos que siempre anuncian lluvias intempestivas. Iba a ser un largo día.
Fue pasando el tiempo como ella pasaba los problemas sin solución, haciéndose firmemente la distraída. Realizó las tareas que menos le gustaban y luego hasta canturreó regando las plantas de su balcón, a las que nunca mojaban las lluvias. A las cuatro comenzó a lloviznar y ella leyó un rato a Hemingway, sólo para acostumbrarse a la idea de Raúl. Eso fue un error: aquello sobre el infinito poder de la sensualidad y el destructivo poder del desaliño que este hombre le adjudicaba al escritor, engancharon su autoestima en un alambre de púas. Para las seis había dejado de llover.
En el taxi que la llevaba a la cita decidió tres cosas: confiar en su perfume, en ese toque de rimmel y en su pintalabios; reemplazar aquel temor a la realidad, por simpática desfachatez y no olvidar que, al cabo, los dos eran gente mayor. Ya no había inquietudes de relojes a destiempo, pensó con alivio.
Y entonces, un repentino chaparrón la empapó sin poderlo evitar, en la corta distancia desde el automóvil a la entrada del Bar. Aprovechó la risa que le provocó mirarse en el vidrio de la puerta e ingresó buscando a Raúl que se puso de pie, nervioso, apenas reconocerla, tratando de disimular el disgusto que le causaba lo que había hecho la lluvia con ella.
Ella se acercó como él no lo esperaba, tocó apenas su prolija barba y besándolo casi en la comisura, le susurró: “Si piensas que este desaliño ha destruido mi sensualidad, te pierdes todas mis malas intenciones!”.
Y él reaccionó como ella lo deseaba. Dejó un billete sobre la mesa y la tomó del brazo llevándola de salida: “Si es así, no desaprovechemos la lluvia.”
Largo mastarde después, cuando ya habían hecho el amor sin inhibiciones ni precauciones, casi del mismo modo que lo habían imaginado, fantaseado, deseado, en aquellos largos mensajes por internet, antes de esta lluvia que los desaliñó a los dos y les recreó la sensualidad, se miraron sonrientes, reconociéndose, todavía desconocidos, todavía un poco asombrados de ellos mismos.

Y desearon otra lluvia como ésa, para cada encuentro como ése.

lluvias y nieve en MOLÍ DEL CANYER
(gracias, Molí, por la imagen!)




12 comentarios:

  1. Un gran encuentro donde la lluvia se convirtió en su principal aliada, para devolver la sensualidad a la naturalidad.
    Un abrazo

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  2. ...es la eterna mezcla de lo que buscamos y rara vez encontramos, de los sueños y esperanzas de aquellas situaciones que están en nuestra mente y que con una brillantez de escritora nos trae el presente que sí deseamos... será?

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  3. Así, la lluvia arregla mejor que los artificios de la industria cosmética. Al menos a mí me gusta más. Creo que además el desaliño le arregló el ánimo y la decisión.
    Muy bonita historia.
    Besos.

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  4. Precioso encuentro , y la lluvia de testigo ,es maravilloso como unas gotas nos hacen perder el glamur que tanto nos ha costado delante del espejo pero eso no quita el toque de sensualidad que unos pelos alborotados o empapados nos da.
    Un abrazo .

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  5. Que bien que la lluvia no estropeó encuentro, incluso tal vez lo incentivó.
    Saludos.

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  6. Hola, Miralunas
    Que romantico y tentador relato. Me gusta la fortaleza y decisión de enfrentar la circunstancia de tu protagonista. Un final arrollador y sorprendente.
    Saluditos

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  7. La edad es lo que tiene, aparta todo artificio y deja solo lo auténtico, alguna ventaja tenia que tener digo yo... ayyyy! pero que romántico. Que venga por aquí esa lluvia que el cielo hoy parece que va a rebentar, pero nada, ni una gota, solo viento y nubes.
    Besos.

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  8. Él la trata como a una princesa.
    Una princesa para la que no pasa el tiempo.
    Una princesa que vive y trabaja con ojos románticos.

    Besos.

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  9. Es que la autenticidad de que te moje la lluvia no es superada por ningun artificio, no me extrańa que Raul cayera rendido a sus encantos. Un relato precioso y romantico, besos.

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  10. Buen relato. La edad nos ayuda a perder miedos y a buscar la naturalidad sobre los artificios. Me ha encantado.

    Un beso.

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  11. Desnudarse de artificios y darse...me encantó la cita.
    Un besazo

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  12. No veo mi comentario, pero bueno en este caso la lluvia no se portó mal del todo.
    Escribes de maravilla.

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