lunes, 20 de febrero de 2017

nubes



me ha invadido una nostalgia anticipada.
un perfume de despedida
se enreda en mi pelo quieto
y a mis manos les duele tu piel
intocada
ausente ya de las yemas de mis dedos
de mi lengua adormecida
de mi boca
sin la línea de tu espalda.
se regodea mi alma en la melancolía.
un presentimiento oscuro
de que ya no te veré llegar
me inunda de nubes la mirada.


el amor es un viajero incierto.








viernes, 17 de febrero de 2017

relatos de jueves: imágenes demiúrgicas

LA CREACIÓN

Él ha estado ahí, Hacedor y Artesano.
Inmaterial y perfecto.
En la profundidad más oscura,
teje con raíces, fibras humanas,
precisos intestinos de aves canoras,
llantos de amantes torturados,
sibilantes lenguas de serpientes.
Amasa una materia perfumada y rara
a espaldas de ella, deslumbrada por el caos
cegadas de gélidos destellos.
La Amante del Bosque no puede verlo
pero lo intuye en el silencio.
Y entonces lo ve erguirse ante ella,
insustancial y asombroso,
pariendo un espantoso alarido
que se convierte en vidrioso grito
y penetra en el tejido de raíces y fibras
lenguas e intestinos maravilloso desorden
que se ordenará en sus divinas manos.
Es Demiurgo su creador luminoso,
Hacedor y Artesano
el que la yergue en toda su belleza;
la nombra Regina Clamor y le da el Grito.

Así la ha nombrado.

más Demiurgos en Hurlingham

Imágenes de Internet: Demiurgo y Nicole Kidman

martes, 14 de febrero de 2017

ustedes disculpen!

STOP, CHICO!



Imagen: Adictamente, blogspot.com

domingo, 12 de febrero de 2017

domingo gris color de rosa



Porque soy una curiosa de la gente que veo en el subte, en la calle, en los bares donde me gusta tanto mirar, voy siendo testigo de una historia que les quiero contar.
Al lado de mi casa hay un Bar en el que me gusta leer y escribir, junto a una de sus ventanas.
Ellos fueron apareciendo puntuales ante mis ojos hasta que se me hizo una rutina esperarlos, aprender sus gestos, observarles el amor y el deseo, descubrirle las penas, envidiarles el brillo del encuentro.
Lunes y viernes son los días en los que me acostumbré a esperarlos. No sé de dónde vienen; llegan separados, apurados, ansiosos. Son adultos jóvenes y lindos los dos. Él con anillo de casado. Ella con un amor que le inclina el cuerpo y le lleva las manos y los ojos hacia él, inevitablemente. A veces, seguramente cuando han podido robarle a la vida más tiempo, se también adónde van, porque puedo verlos desde la ventana del Bar que suelo elegir, pero a eso no voy a decirlo.
El caso es que mi alma se alegraba cuando los veía llegar, casi nunca juntos. Y espiaba su encuentro como un testigo no invitado. Disfrutaba como con una peli romántica sus días felices, de susurros, carcajaditas, manos enredadas y besos por los intersticios de copas y tazas. Me reocupaba cuando había algunos días como un color de nostalgia separando sus ojos y sus manos.
Pero hoy, justo cuando yo ensayaba escribir sobre una despedida que no me lastime el alma, en otro domingo lluvioso de otoño en el verano de Buenos Aires, llegaron juntos y desaliñados de lluvia y abrazos. Se reían sin tapujos y hablaban pisándose las palabras acariciadas por sus miradas. Tomaron un lujurioso desayuno con hambriento empuje de amantes después del amor, y derramaron una copa con caricias atropelladas. Caramba!
De pronto, sentí que aquel pájaro azul del que mi madre me enseñó a seguir el vuelo y que hace largo tiempo se me había escapado, ha vuelto a posarse en mi hombro mientras veo la ilusión de aquel amor posible; y se ríe con esos amantes mi corazón.
Eso sí, me sentí un poco cursi cuando comprobé que él ya no lleva su anillo de casado y casi me pongo a aplaudir a Cupido de pie, cuando lo descubrí en el alfeizar de la otra ventana, mirándome por el rabillo del ojo con los rizos brillosos de lluvia.




martes, 7 de febrero de 2017

tetas en buenos aires

por un pequeño lío
de tetas y policías
en una playa de por acá,
un grupo de chicas ofendidas
muestran hoy sus tetas
en la plaza del Obelisco
rodeadas de un montón de tipos
con ojos babeantes
y gestos de entendidos.
porque ellos saben.
saben que hoy se regodean
con las tetas de las feministas
jajaja con las minitas
y nadie se acuerda ya
de las que matan a escopetazos
de las que violan los chicos lindos
y de todas todas esas mujeres
presas de su tristeza,
silentes y solas con las que cojen
a las que ignoran y humillan
sin ningún maldito permiso
mientras las chicas militantes
muestran sus tetas junto al Obelisco.
inutilmente, grito, lloro, maldigo
son todas todas una menos
encerradas en si mismas
y puntualmente olvidadas.


imagen andreas-heumann


domingo, 5 de febrero de 2017

otoño de verano

                                   serie los Amantes- Josefina Robirosa

Hace, a 5 de febrero en Buenos Aires, un domingo como de otoño, lluvioso, frio, inopinado; y así, como si nada, me he puesto a leer otro cuento triste de Hemingway, como si te estuviera esperando. Como si de verdad estuvieras por llegar a darme un beso de recién enamorado, comentando la lluvia y tras la copa de vino que sirvieras, te contara/me contaras todo eso que nos falta saber de nosotros, como si fuéramos cómplices de nuestras vidas para siempre.
Y, pobre Hemingway abandonado en sus colinas como elefantes blancos, se me va contigo el pensamiento.
He decidido creer que todo será verdad. El beso, el vino, contarnos la vida. Y el encanto del amor.
Me gusta esta aventura de pensar y sentir, como si fuera esta vez para siempre. (Total que el para siempre está ahí, tras la puerta.) Que otra vez esta noche dormirás conmigo y la lluvia, después de hacernos el amor tan desapurado y extenso como nuestros cuerpos fueron aprendiendo cruzando tiempos y amores. Que no vivirán con nosotros la rutina y la impaciencia. Que esa costumbre de reírnos por nada y de todo será un escudo infranqueable.
Me empina la espalda y me alumbra el ombligo olvidar los avatares, jugar con ellos, mentirles, eludirlos; planear encuentros  improbables y tejer clandestinas complicidades de amantes; inventar una mañana cualquiera con tus zapatos al otro lado de la cama, y tu suave respiración cosquilleándome la nuca.
Y al revés de este domingo, mi otoño enloquecido de verano.
Vos sabés.


viernes, 3 de febrero de 2017

jueves de nieves y lluvias

esa lluvia



Se despertó como si no hubiera dormido. Fue hasta el espejo y se miró como en el último tiempo, con enojo y sin piedad. Ahí estaban ellos otra vez, los de la mirada desolada. Y aquellos surcos que le fue poniendo la tristeza a los lados de su boca. Su pobre boca con tanto y tanto tiempo sin esos besos con cosquillas en el centro de la espalda, tan distantes de la soledad. Volvía, eso sí, a reencontrarse poco a poco con su cuerpo. Se quedó parada ante sí misma, en suspenso. Y envolviéndola, su alma; su alma loca amotinada en la barricada de la juventud que se negaba a abandonar.
Esta mañana estaba asustada, además. Aunque la cita era para el anochecer, toda aquella osadía con la que había provocado aquel encuentro, había desaparecido. Miró por la ventana un cielo gris de verano, de ésos que siempre anuncian lluvias intempestivas. Iba a ser un largo día.
Fue pasando el tiempo como ella pasaba los problemas sin solución, haciéndose firmemente la distraída. Realizó las tareas que menos le gustaban y luego hasta canturreó regando las plantas de su balcón, a las que nunca mojaban las lluvias. A las cuatro comenzó a lloviznar y ella leyó un rato a Hemingway, sólo para acostumbrarse a la idea de Raúl. Eso fue un error: aquello sobre el infinito poder de la sensualidad y el destructivo poder del desaliño que este hombre le adjudicaba al escritor, engancharon su autoestima en un alambre de púas. Para las seis había dejado de llover.
En el taxi que la llevaba a la cita decidió tres cosas: confiar en su perfume, en ese toque de rimmel y en su pintalabios; reemplazar aquel temor a la realidad, por simpática desfachatez y no olvidar que, al cabo, los dos eran gente mayor. Ya no había inquietudes de relojes a destiempo, pensó con alivio.
Y entonces, un repentino chaparrón la empapó sin poderlo evitar, en la corta distancia desde el automóvil a la entrada del Bar. Aprovechó la risa que le provocó mirarse en el vidrio de la puerta e ingresó buscando a Raúl que se puso de pie, nervioso, apenas reconocerla, tratando de disimular el disgusto que le causaba lo que había hecho la lluvia con ella.
Ella se acercó como él no lo esperaba, tocó apenas su prolija barba y besándolo casi en la comisura, le susurró: “Si piensas que este desaliño ha destruido mi sensualidad, te pierdes todas mis malas intenciones!”.
Y él reaccionó como ella lo deseaba. Dejó un billete sobre la mesa y la tomó del brazo llevándola de salida: “Si es así, no desaprovechemos la lluvia.”
Largo mastarde después, cuando ya habían hecho el amor sin inhibiciones ni precauciones, casi del mismo modo que lo habían imaginado, fantaseado, deseado, en aquellos largos mensajes por internet, antes de esta lluvia que los desaliñó a los dos y les recreó la sensualidad, se miraron sonrientes, reconociéndose, todavía desconocidos, todavía un poco asombrados de ellos mismos.

Y desearon otra lluvia como ésa, para cada encuentro como ése.

lluvias y nieve en MOLÍ DEL CANYER
(gracias, Molí, por la imagen!)