sábado, 28 de febrero de 2009

vuelve ya




ahora
es esa hora
en que vuelan
los pájaros asustados
los desolados murciélagos
algún ángel de la guarda
.
es la hora
de temer ausencias
de la soledad en la veredas
de las despedidas impensadas

y no estás

y tengo miedo
.
soy una niña perdida
no me animo
a mirar debajo de la cama
y hace frío en las sábanas
solo porque no estás.

el amor
es un alfiler
en el centro de la espalda
.

martes, 24 de febrero de 2009

cursilería


té y cafè
ventana a buenos aires
tu pc de llevar y traer
mi libro a la mitad
nuestras manos
buscando encuentros
tu pie besando mi pie.
es mañana de domingo
periódico bien nutrido
medialunas tibiecitas
tu mirada como me gusta.
hace calor
pero aquí
en el bar
de conocernos
de memorar
el amor y la risa
hace tibieza de ojos
latidos en tres tiempos
perfume de te quiero.
hoy por hoy
mañana también
y ayer.
despues...
despues nos queda lejos
y lo borramos.


miércoles, 18 de febrero de 2009

A vosotros



lacomunidad.elpais.com

LA MONJA GITANA
A José Moreno Villa
Garcia Lorca
Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Que bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh, qué llanura empinada
con veinte soles arriba!¡
Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.


Con licencia de mis amigos paisanos y de este continente.
Me encontré con el Romancero Gitano cuando cumplía trece años. Los de antes. Y era yo una niña niña.
Y ese libro, que cargo siempre en mi equipaje del alma, me descubrió el ombligo, los temblores bajo la piel, mi corazón de gorrión en la siesta, la inquietud de mis pies, la sequedad en la boca, la complicidad de mis manos y los "malos pensamientos" (aleluya, Federico).
Thamár y Amnón despertaron mi pubertad al misterio, que era aun pronto para nada más.
El Romance de la Luna me batallaba tras el esternón.
Pero fue La Monja Gitana la que me despertó a la erótica. Lo he sabido cada día de después, aunque mi agnosticismo.
Y García Lorca me dirigió la mirada y el alma hacia las letras, los paisajes figurados y deseados, la música, la historia que fui capaz de aprender con mi pereza para el estudio, de vuestra España.Será el caso, me he preguntado, que soy una criolla auténtica? Solo apellidos de toda España han regado mis raíces. María Quijano es el nombre elegido.
Y la brisa de la vida que me hizo abrir esta ventana, me ha acercado a vosotros, amigos de la España.
Miralunas me acerca a vosotros.
Mi curiosidad va hacia ustedes, irrefrenable. Mi alma se regocija con vuestro lenguaje y se revuelca de risa con vuestro humor y se enamora de vuestra cadencia.
Quería explicarlo, contarlo y agradecer a vosotros.
Con mi abrazo.

martes, 17 de febrero de 2009


nuestros ojos
extendidos por el mar
rojos de sol poniente.
.
nuestros pies
mojaditos de sal
dorados de arena caliente.
.
nuestras manos
buscadoras de abrazos
de espaldas y de cinturas.
.
nuestras bocas
hambrientas de besos
lenguas labios y comisuras.
.
nuestro deseo impenitente.

lunes, 16 de febrero de 2009

fresias en invierno

Se despertó con una insomne soledad esa mañana.
Preparó el mate como si no fuera él y se sentó con su ausencia miréndole la frente. Y eso le acomodó los pensamientos, a lo mejor. Porque en un impulso que dejó en libertad, fue hasta la mesita del teléfono y busco, ansioso, en el pequeño cajón.
Allí estaba la pequeña agenda de Dorita. Ah, sí. Durante cincuenta y tres años fue ella la que se encargaba de anotar teléfonos, de organizar encuentros con amigos, de educar a sus hijos, de “vestirlo y perfumarlo” como le gustaba decir a ella. De alegrarle la vida, la panza y la cama, como le valoraba él el amor.
Cambió los anteojos por los de leer y comenzó a recorrer las hojas de la libretita de tapas forradas en una tela floreada y un poco ajada por el uso. No sabía muy bien qué buscaba, así que pasó distraído algunas hojas, hasta que su dedo índice y su vista coincidieron en ese renglón: Enriqueta y Victorio. Se sonrió y lo supo. Un encuentro, eso quería; pero sin Dorita no sabia cómo empezar.
Pucha, el número estaba tachado. Justo ahí, caramba. Victorio era gracioso y Enriqueta, divertida, aunque un poco mandona. Le hubiera gustado… y ahí se dio cuenta del pequeño papel que había tomado cuando encontró esos nombres. Y se hizo la luz! Dorita había anotado un nuevo número de teléfono al lado de “Enriqueta”.
Y con el mismo impulso, volvió al teléfono y llamó.
Se sorprendieron ambos; es que nunca habían hablado por teléfono. Y se entristecieron como amigos, enterándose que los dos se habían quedado solos.
“Y Dorita que era tan alegre!, dijo ella. “Y Victorio, tan macanudo”, dijo él.
Entonces, ella lo invitó a tomar unos mates y él dijo: “mañana”.

Enriqueta ahora vivía bastante lejos, pero valieron la pena, la distancia y el frío. Conversaron por tres largas horas y él esa noche se durmió contento, con el corazón entibiado por los bellos recuerdos que Enriqueta le fue trayendo y por su risa. Tenía una risa como de muchacha y una mirada aún intensa.
Le gustaba esa mujer.
Así que el sábado se invitó a cenar, sin dejarle lugar a dudas. “Vos esperame, nomás. Yo me encargo de todo”.
Se vistió y perfumó como si Dorita lo estuviera mirando y cuando estuvo listo, elegante y abrigado, le hizo un guiño al espejo como si le hubiera guiñado a ella.
Llevó sandwiches de miga que eligió con cuidado y una botella de buen vino. En camino, así como si nada, le vino a la memoria la cara de Enriqueta aquella vez, en Mendoza, cuando Victorio le regaló unas florcitas de por ahí. Compró un ramito de fresias y sonrió como a lo alto: “Gracias, amigo”, dijo para sí.
Ella se había puesto un collar muy lindo y se había pintado los labios.
Y él pensó que Enriqueta era hermosa cuando ella lo miró emocionada y agradecida por las florcitas ésas.
Esta vez, hablaron menos de viajes y de los cuatro y del nosotros de cada cual. Se fueron acercando con las miradas y las sonrisas y las confidencias de cada uno.
Y cuando Oscar se iba a despedir, sin querer irse, pero la noche, el frío, como se nos voló la hora, ella dijo: “Es muy tarde y hace frío. Si querés, quedate”.
Hizo con premura la pequeña cama en el “cuarto de los nietos” y le alcanzó una frazada extra. “Estamos viejos” explicó. “hay que cuidarse”. Pero hubo un roce de manos que casi desmiente la frase.
Con frazada extra y todo, Oscar tenía frío. Extrañaba su pijama de invierno y la calefacción de su casa. Presintió que no podría dormir.

Enriqueta se fue a la cama como si fuera otra. Se puso un camisón nuevo y se perfumó como antes, burlándose de ella con una media sonrisa.
“Bueno, Enriqueta, tienes un hombre en casa! Un lindo hombre, no? Se mantiene bien, con sus… ochenta y tres? Mirá vos tus pensamientos, Queta!” discurría mientras abría el lado de la cama que ocupaba Victorio, que desde entonces, era el suyo, para sentirse menos sola.
Se arrebujó, abrazó un poco la almohada y susurró: “Es por tu culpa. Te fuiste cuando aun debías quedarte, para morirnos juntos”. Entonces, se durmió como una niña.
Fue su sueño liviano de vieja el que la hizo despertarse. Miró hacia la puerta de la habitación y casi se desmaya del susto: Oscar estaba allí parado, en calzoncillos y camiseta. “Tengo frío y no puedo dormir”.
Ella lo invitó a la cama en silencio y cuando lo tuvo acostado al lado, le permitió acercarse para prestarle calor. Y se fueron acurrucando como gatos, juntando cuerpos y enredando piernas, silenciosos, despaciosos, tímidos, como en la primera vez de las primeras veces.
Se dieron un beso de agradecimiento y otro de reconocimiento y otro porque lo deseaban. Y él recorrió con sus manos el cuerpo cubierto por el camisón nuevo y sintió un calor nuevo, distinto, otra vez urgente.
Entonces, tomó una mano rugosa de ella y la llevó hasta su sexo, y ella tomó la otra mano de él y la llevó hasta su pecho donde el corazón se le desbocaba. Se miraron sorprendidos, felices, renacidos. Y comenzaron a desvestirse uno al otro, con la torpeza, los enredos, la urgencia, los besos entorpecidos de deseo com en la primera de las primeras veces.

sábado, 14 de febrero de 2009

alfareros


el arbol de la vida-Gustav Klimt
mira
si pudiéramos hacer al amor
como dos alfareros
en uno
y en el mágico cuenco
amasar
la carne misma del deseo
con la pasión
en picante sazón
mixtura de caricias
en aderezo
y la elegida dulzura
de los besos.


y que de allí salieran
eros y cupido
dionisio y afrodita
a la gran fiesta!

y nuestros trajes
fueran
tu piel y mi piel
(no aquéllas; éstas)

y luego el embeleso...
el embeleso!
el embeleso
hasta el último beso.

jueves, 12 de febrero de 2009

click


http//iesbi.files.wordpress.com/en una mirada
por lo que fuera mañana
no pienso permitir
que ese cartelito "prohibido mirar"
me deje sin ojos.
"lo comprendo y quiero continuar"
hago click
desdudo lo dudoso
y enciendo la luz de mi mirada.
alimento el interés
ejerzo el derecho.
click
la desmiro
click
la vacio
click
la descamino la desbarranco
la desarmo
click
la mato a la censura.
o ella me mata a mí.
y ya no es el universo.



lunes, 9 de febrero de 2009

piedritas a su ventana


Se despertó perezosa como iguana al sol.
Noveno día de vacaciones y lo viviría como los anteriores: a holganza sin brechas, que bien se lo merecía.
No se movía de su casa para nada que no fuera estrictamente necesario, con excepción del cafeconlecheymedialunasdegrasa con diarios y revistas en el bar de la esquina, donde la llaman por su nombre y ya saben que ella desayuna en tanto no sean las dos de la tarde (para prestar alguna formalidad a su vida). Eso es estrictamente necesario.
Se desperezó como ha aprendido de sus gatas: con placer y sin apuro.
De camino hacia la ducha encendió la PC, rutina necesaria para enterarse del tiempo, la temperatura, como viene la locura ciudadana (de los unos y los otros) y pegarle una miradita al blog, inusitado nuevo bolsillo de su alma.
Ducha larga y sin horarios, beso de la vida.
Vestirse con desgano porque así se le da la gana, perfumarse como para suaré, que es lunes y está de vacanzas.
Y como si nada, mirar cuantos soplos le colorean los pensamientos y correr a revisar cajones ajenos, entrar a otras casas como si fueran suyas, chapotear lejanas orillas, imaginarse el mar, reírse, emocionarse……….. ups! sorprenderse!.
Caramba!..... ese comentario, le hizo acomodarse los anteojos; tocarse el pelo; pasarse la lengua por el labio con dulce picardía.
Luego de un instante, abre el correo que aun le cuesta entender porque la tecnología no le es amigable siempre.
Y caramba, caramba!.... allí hay otra sorpresa: un breve mensaje, rico como una medialuna, calentito como café con leche, si hablamos de sensualidad, siente sonriendo.
Y de color azul intenso, que es su predilecto y es el color con que ella piensa en el murmullo del mar.
De pronto, se encuentra pensando en el olor de sus manos; será como de sal y sol, igual que huele el mar?
Se le ha ido el desgano; así, que bien vale la pena un brillito en los labios y un collar de color intenso, no? La felicidad debe mostrarse, que viene de a ratitos.
Camina hasta el bar como cantando.
Llega Ariel con el cafeconlecheymedialunasdegrasa con diarios y revistas, de celebración hoy, de acuerdo con su sonrisa.
Ese collar también me gusta, pondera el muchacho y ella le guiña y le contesta con una risita.
Y se pone a pensar en su ventana, en la de él, claro.
Y en las piedritas que trajo del mar el pasado setiembre.
Y en lo gloriosa que ha estado la luna todas estas noches.

Mirá vos qué idea loca!... tirar esas piedritas a su ventana y apenas se asomara, mostrarle la botella de vino y el brillo en la boca, que lo de pececitos en la panza se lo contaría después.

des velo


me ha pedido
que cuide
su amor con otra.

y yo
lo cuido
haciéndole el amor

como si fuera ella.

Para ella, que sabe

La conocí mirándola bailar un rock.
Al menos, ese es el primer recuerdo que tengo de ella.
Era joven, linda, seductora, divertida. Recuerdo que la elegían para bailar con ella.
Y ella coqueteaba con una alegre inocencia que la guardaba de malos entendidos.
Nos hicimos amigas sin pensarlo.
Esas cosas de la vida cuando se empeña en que sí; de otro modo no hubiera sido: tenemos diferentes edades, diferentes elecciones, diferentes amigos.
A mi me encantaba nuestra amistad y la quería entrañablemente.
Ella es inteligente, sensible, temperamental, rebelde pero también es una soñadora de tal calibre, que siempre es grandemente vulnerable.
Nos gustaba encontrarnos en charlas de interminables confidencias y nos divertíamos muchísimo compartiendo nuestras coincidencias de locas lindas.
Un día ella se enamoró.
Se enamoró como se enamoran las mujeres como nosotras: con todo y la vida.
Solo que ese amor que debió iluminarla, la fue agrisando; le esmeriló la mirada, le adormeció la risa, le cerró las ventanas del ensueño, las puertas que dan al sol, le robó la cotidianeidad, le aspiró el alma.
No pudo darse cuenta porque sin luz, no hay espejos que te cuenten nada.
Yo misma tardé en darme cuenta y en esos grises, se fue desmayando nuestra amistad.
Como ella es inteligente y sensible y nos queríamos mucho, ese hombre no logró separarnos del todo, aunque ella estuvo enojada con mis “intromisiones” y yo enojada por el desencanto.
Solo volví a mirarla y a escucharla de a poco, cuando la vi. transformada en una mujer desangelada, llena de miedos, ajena de si misma, agobiada de inquietudes y malhumor, que daba la sensación de ser una mujer vieja y desanimada, en cuanto a andar sin alma.
Pero de pronto, ella volvió a caminar sobre las miguitas que fue dejando, sin darse cuenta, hasta encontrarse con ella: de otra forma, pero ella, dueña otra vez de si misma, ensimismada en volver a quererse. A curarse del mal de amores. Y cuidarse de otros contagios, aunque la pueda el ensueño.
La vi otra vez, con el pelo brillante, con esa mirada como extendida que tiene, se fue a vivir sola, se compro perfumes, un blog, ropa que la engalana, zapatos “de tango”, redibujó su figura, retomó el ejercicio de la risa porque sí y de la ilusión y volvió a jugar el juego de la sensualidad.
Anda linda otra vez por la vida….y se le nota!
Cuando la encuentro cada día en sus letras que se prenden en el alma “como el musguito a la piedra” me sorprendo de su fuerza y de sus lindezas.
Y vuelvo a quererla así como es: caprichosa, imperativa, ansiosa, apasionada, vulnerable, malhumorada, solitaria, rebelde, cabezadura, contestataria, peleadora, soñadora.
Amiga.
Ella, siempre ella.

No haré esto otra vez; y solo lo hago porque lo siento.
Pero esto se lo debía y este es el mejor lugar para pagarlo.

viernes, 6 de febrero de 2009

por la sensualidad

Dame el humo de tu boca.
Anda, que así me vuelvo loca.
Corre que quiero enloquecer
de placer,
sintiendo ese calor
del humo embriagador
que acaba por prender
la llama ardiente del amor.
.
FUMANDO ESPERO
Tango-1922
Música: Juan Viladomat Masanas
Letra: Felix Garzo

silmariat.blogspot.com
Ella salió de la cocina con una sonrisa en los ojos: cumplida la tarea, iba por su premio.
El leía el periódico como cada noche, esperándola, fumando distraído, porque no le gustaba ir a la cama sin ella.
Era una hora que esperaban, ésa. Después de la cena los hijos se retiraban a sus cuartos, o salían.
Y a ellos les quedaba el silencio y la intimidad.
Ya no eran tan jóvenes, pero no se les había dormido el deseo.
La mujer, apenas alta, gorda y armónica sin exhuberancias, cerca de los cincuenta pero bonita aun, tenía una boca sensual y amiga de la risa y unos ojos color café de mirada habladora.
Se detuvo un instante, y mientras lo miraba, repitió aquel gesto de coquetería tan suyo: humedeció apenas con su lengua la yema de los dedos y los pasó por sus cejas oscuras.
Luego caminó hasta él, le quitó el periódico suavemente dejando que se deslizara hasta el suelo, se inclinó hasta casi tocarle la cara y en medio de un casi abrazo llenó de complicidad, le cantó en un susurro: “Dame el humo de tu boca…, anda, que así me vuelvo loca!...” con esa voz un poco ronca y llena de erotismo que solo él le conocía.
Y entonces, él, con aquella sonrisa dulce y prometedora que solo ella le conocía, la acomodó en su regazo y la besó lentamente, recorriendo su espalda y sus muslos, con clara promesa del premio que ella había ido a buscar.
Yo había dejado mi cuarto e iba a la cocina por una fruta, cuando vi salir a mi madre de la cocina con ese gesto de muchacha y mirando con ese ensueño hacia mi padre, y me detuve en silencio, con la sensación de invadir espacios que me estaban vedados.
Y así, fui testigo voluntaria de aquella ceremonia secreta.
Era una noche de domingo.

Ahora también es noche de domingo.
Estoy sola, de esa forma que me gusta estar sola las noches como estas: un libro amigable, una copa de buen Malbec y la radio sonando bajito.
Estaba yo distraída en la lectura, cuando de pronto irrumpe en mi atención una voz grave de mujer que canta: ““Dame el humo de tu boca…, anda, que así me vuelvo loca!...”
Volvió aquella escena a mi memoria y apuré mi Malbec, ahíta de sensaciones como cada vez que la recuerdo, porque percibí después que aquella afortunada noche, mi madre me reveló, sin saberlo, el maravilloso secreto de la sensualidad.
Ese es su legado que mas agradezco.
Lo agradezco cada vez que amo, que deseo, que sueño, que beso, que me río, que me perfumo. Cuando hago el amor y cuando uso mi inteligencia. Cuando estoy triste, cuando digo gracias, cuando lo miro y él me tira un beso.
Y en cada ceremonia secreta que soy capaz de celebrar.
Ojalá Cecilia, algun día, me diga eso mismo.
Gracias, mamá. Por la sensualidad.